La indiferencia que mata

Por EDITOR Febrero 1, 2025 596

Por Pedro Sánchez Malacara

En Sinaloa, el horror se ha vuelto rutina. Balaceras, desapariciones y ejecuciones son el pan de cada día, mientras un gobierno ausente parece más preocupado por salvar las apariencias que por salvar vidas. 

El gobernador Rubén Rocha no solo ha fallado en cumplir su promesa de combatir la violencia, sino que ha demostrado una indiferencia cruel hacia las tragedias que enlutan a las familias sinaloenses. Y lo más alarmante es que no está solo: Morena, el partido que se dice “diferente” y “transformador”, ha elegido proteger a un gobernador incompetente en lugar de asumir su responsabilidad política.

El asesinato de dos niños, Gael y Alexander, en medio de la ola de violencia, debería haber sido un punto de inflexión, un momento de introspección para el gobierno estatal y federal. Sin embargo, Rocha respondió con lo único que parece dominar: el silencio. 

Mientras las calles de Culiacán se llenaban de manifestantes exigiendo justicia, el gobernador ni siquiera tuvo la decencia de salir a escucharlos. ¿Qué tipo de líder se esconde de su pueblo cuando más lo necesita?

El problema va más allá de su ausencia física; su gobierno es un símbolo de indiferencia institucional. La militarización del estado y el envío de Omar García Harfuch desde la Federación no son soluciones, sino parches desesperados que confirman lo evidente: Rocha no tiene ni la capacidad ni la voluntad de enfrentar el problema. Y mientras él sigue aferrado al poder, Sinaloa arde.

Pero el abandono no es solo responsabilidad de Rocha. Morena, el partido que lo llevó al poder, ha decidido ser cómplice de esta tragedia. En su obsesión por no reconocer errores, se aferra a la narrativa de que todo marcha bien, aunque los hechos lo contradigan de forma rotunda. 

Admitir que un gobernador de su partido ha fallado sería, para ellos, un pecado político imperdonable. Pero, ¿qué es peor? ¿Reconocer una falla y corregirla o seguir protegiendo a un líder incapaz mientras su pueblo paga el precio con sangre?

El cinismo de esta postura es escalofriante. Mientras la violencia sigue cobrando vidas, Morena se aferra a la idea de que remover a Rocha sería visto como una debilidad política. Es decir, prefieren sostenerlo en el cargo, aunque ello implique ignorar el dolor de las familias sinaloenses. Lo que está en juego aquí no es solo la credibilidad del partido, sino su humanidad.

La presidenta Claudia Sheinbaum también tiene mucho que explicar. Sheinbaum que alguna vez prometió una estrategia de seguridad eficaz, parece más interesada en proteger la imagen de su movimiento que en atender las crisis locales.

La permanencia de Rocha no solo es un error político; es una traición al pueblo de Sinaloa. Cada día que pasa sin que se tomen medidas contundentes es un día más en el que se normaliza la violencia y la indiferencia. 

¿Cuántas vidas más deben perderse para que el gobierno actúe? ¿Cuánto dolor más debe acumularse antes de que Morena admita que proteger a sus “cuadros” a costa del bienestar de la gente no es transformación, sino complicidad?

El grito de “¡Fuera Rocha!” que resuena en Sinaloa no es un simple reclamo; es un ultimátum. Es la voz de un pueblo que ha sido abandonado por sus gobernantes y que exige algo tan básico como seguridad y justicia. 

Si Morena y la presidenta insisten en ignorarlo, no solo perderán Sinaloa; perderán también la legitimidad de decirse representantes de la esperanza y el cambio.

Porque en política, la indiferencia mata. Y en Sinaloa, esa indiferencia tiene nombre y apellido: Rubén Rocha Moya.

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